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EL LEJANO MAR DE SOLES
La lengua de la luz lo confunde todo : el tamaño de la desmesura
__________________________________ : las indescripciones…
El cuerpo un abandono a mediodía, la culminación de la mañana lo deja sin sombra
la noche también lo deja sin sombra.
En las pequeñas insuficiencias persigue :_una descongestión de los poderes
_una desconcentración de las defensas
De pronto encuentra admirable esa armonía de correspondencias imperfectas
y decide seguir siendo el arco de la concentración de los sentidos.
Al menos hasta que la virtualidad calque la sombra de un viento que todavía es,
resistencia de aire.
Está debajo de lo inmenso
y eso sobra.
Está esperando como se espera un presagio callado de un cielo desquiciado
sigue interrumpido.
es)
un paréntesis incompleto que fuga del punto de anclaje.
Alrededor la vida (de lo social) incita, las cosas abundan, todo repta,
su presencia figura el afuera adentro de un sonido replegado.
está)
Un paso atrás de la escucha, un paso adelante de la vista,
el espacio lo ampara, como se protege a un bulto amorfo de ignorancia.
Un viaje de la sospecha:
Las naves binarias deslizan el espectro. En la proliferación de azares, varios unos son destituidos,
otros simplemente caen por metástasis.
Todo lo demás no se altera, todo lo demás llega y produce consternación en esto,
pero no lo encuentra.
Aquello parece no advertirlo, entonces esto absorbe todo y se queda quieto.
Ahora parece estar de sobra, como una presencia en la conciencia de nadie.
Oficio de geómetras:
El ojo sube un poco más en el ahora, abajo se disuelven las cosas que no flotan.
El geómetra arma otro juego de providencias o de fatalidades. Las nuevas alianzas proponen
que no hay tiempo real, cuando la oscuridad se enciende y estalla.
Entre despojos lo real fluctúa, sobre lo que sigue volviéndose víctima de un pixelado externo.
Lo que ve siempre estuvo del lado de lo líquido, pero los datos de la electricidad prefieren
lo seco. La información dice que no va a haber lugar para lo húmedo.
La luz, la energía, una oscuridad, el cuerpo, un gesto, el alfabeto, dos números.
Todo se reduce a dos números en el mundo de los dos elementos.
Todas las alianzas empiezan en un 1 y un 0, la comunicación es alfanumérica.
En el estallido nadie procura leer el sentido, el sentido solo deletrea
mensajes de un sistema que se alimenta de rumores electrizados.
Aquello sobrevuela lo que se positiviza por encima del cúmulo,
que titubea como información sobrante suspendida en la inoperancia.
Eso empieza a diseminarse y es la expansión de una improbabilidad que se distorsiona.
La mente persigue un estado de enfriamiento, pero cuando la naturaleza se exalta,
los mensajes se extinguen como el parpadeo de un inconstante.
EL ESPACIO AUTISTA
La fuga de las cosas entendibles:
El sol menguante abre el no de la noche. Intenta nombrar pero recuerda que las palabras son
la continuación del desconcierto.
Los datos flotan como pixeles desperdigados en un espacio que ha perdido la contraseña.
Bajo un sonido blanco (que cristaliza en pintura eléctrica cuando se pretende concentración de
fundamentos), empieza a perseguir un pensamiento para adueñárselo y después dejarlo, y
dibujar todos los sentidos intermedios.
Lo que da vueltas alrededor, no espera nada, pero a cada vuelta lo transforma todo.
En esto que no es alrededor, las voces todavía debaten lo que los cuerpos deberían o no
deberían atravesar. Y las voces se amplifican con facilidad en un espacio vacío.
Lo que marea las luces se enciende por fuera, de un cuerpo que se pierde en una vida
volatilizada. Su potencia se encarga de encender lo que los sueños de la razón dejaron, los
cuerpos en tensión descansan.
Duermen un sueño de felpa, como si ya supieran que van a decepcionarse.
La visualización de datos de los cuerpos de hule:
Se mueven en los umbrales vacíos, algo les roba la materialidad.
Siguen desarrollando una calidad anfibia que les permite entrar y salir, de esa invención
reciente del mundo de lo seco.
Pero no saben hacerse una vida seca todavía.
Mientras juegan a ser el instante perdido en el tiempo de los cuerpos húmedos, lo que mancha
la humedad se distrae en la espiral hipnotizante del paso al tiempo de lo sintetizado.
Al entrar en el mundo de lo seco mantienen una atención que se repite sin tonalidad.
Lapiceras, hojas, restos de un parlante roto, envases de comida, comida, hilos,
aturdimiento.
La imagen del mundo hace señas imprecisas, como si afuera la ficcionalización de un
fragmento, hubiera quedado en lo más alto de una acumulación vacilante.
Llegan ruidos secos como conductos transitorios, de lo que no se dejo vencer por la gravedad.
El cuerpo se abandona y el pensamiento empieza a improvisar. Ensaya alternativas, responde
preguntas, anula respuestas, se abre a un espacio desierto que lo conoce demasiado.
Sobrevuela las cosas, hace que todo se desmorone, vuelve a acomodarlo todo
todo en su sitio, todas las cosas. Estira las sombras, las sombras estiran los objetos
los objetos se afirman, quebrando el quiebre de lo predeterminado.
El gesto del paisaje, los asientos, un vidrio, la estupidez, el grado de frío que sobra
la espera, el olor, el encuadre. Se le aparecen como elementos de una ecuación
que debería haber ejecutado.
Ahora sigue insistiendo en la recurrencia de lo que debió haber sido, un destino, o una
explicación o una causa.
Luego un ámbito demacartivo reconciliará lo disperso, de toda esa incomprensión de lo
mismo.
En el otro extremo, con la monotonía de una voz digitalizada, los datos nombran las partes
tibias de un cuerpo que ya no manipula su distancia. Lo reactivo, lo interactivo, lo repulsivo,
todo toca con una distancia apta para una suavidad de extremidades de plástico.
Esto piensa en los circuitos del artefacto dormido. La lentitud no le anula la vista, la lentitud
enloquece en una calma aparente.
Los ojos se cierran con el circuito grabado en la parte de atrás de los párpados.
Intenta que todo se acelere en el retroceso de las fases insomnes, donde lo revirtualizado
espera mientras la lógica sigue vigilando.
Lo que queda de la voluntad del cuerpo se aferra a un suelo que crepita en lo precario.
La vida no es líquida, la vida es de nylon.
Está años para construir su propia trampa:
Ese instante después anhela llegar al momento de la suma imperfecta.
Ese por el que se cambiarían todos los instantes, todos los fenómenos,
todos los estados, todos los apuntes, todos los olvidos.
Ese instante antes. Después vendrían los dos puntos. En caso de que no llegue nada
esos dos puntos que estarían por introducir aquella explicación o aquella causa,
no harían más que frenar algo, para no juntarse nunca.
Extenderían una mecánica disimulada, de una repetición ensañada en lo mismo.
El espacio atravesaría la melodía de niebla de un cuerpo en simbiosis. Ese cuerpo no habla,
no verbaliza, no responde, no mira, solo gira en la híper concentración de una agitación
continuada.
Con lo tangible de sus acciones ya desaparecido, el cuerpo cae víctima del reflejo de las cosas
insomnes.
La imaginación después va a pretender reconstruir los lados que no se ven desde las cosas,
ninguna cosa va a reconstruir a la imaginación.
El ojo en retroceso, sigue cayendo, sueña con una vida que gira en caída libre.
En cada nuevo giro no puede evitar pensar en lo que la libertad no advirtió.
EL VUELO DEL PLANETA DOBLE: EL PEQUEÑO VIDRIO Y LA TIERRA PLANA
La piedra aérea:
La luz siempre cae,
lo que cae adquiere el lugar de lo indestinado de una condición suspendida
lo luminoso encierra la caída
restos diurnos
predominio de
prescindencias de
un punto ciego_ _______________ como si fuera un valor inseguro
lo luminoso intenta desestabilizar la factibilidad de lo constituido.
La materia oscura:
Mirar desde la tierra es mirar a medias, en el vuelo de la luna la tierra es plana. Agotada toda
su reserva de claridad, la luna que no gira, arriesga lo que asume por anidarse en lo que
desconoce.
En lo que tuerce el eje de la sospecha, la inversión de la luna, retrocede el instante en que la
luz se desliza protegiendo su espacio de oscuridad indexada. El cuerpo de la piedra está
dilatándose por fuera de toda pertenencia, impulsando el límite que a cada instancia se
pulveriza en posibilidad.
El espacio empieza a molestarse en el destierro de eso mismo dejado fuera de lugar.
Sintetizando una venganza de lo inmediato lo oscuro de la materia se consume
en esa otra modalidad del género de la desaparición.
Su intención busca olvidar el enigma regular del vacío de una tierra lineal.
Pero no hace más que anticiparse mediante el diseño de una notación inestelar,
al extrañamiento de un sonido que va a volver para encontrarla, solo como un acúfeno.
Las reservas del crepúsculo:
Arriba es lo demasiado presente, lo que un estado pueda entender no le basta.
La noche se convierte en una cámara de vacío cuando llega al cúmulo globular.
Si lo que permanece diseminado es ese algo innominado en todas las cosas,
el cielo no es una superficie. El cielo viene a dar en un punto preciso del
cuerpo, ( donde se entreteje el desequilibrio de todo desposeimiento).
En ese punto de insuficiencia donde tal vez este comprimida, una idea de la verdad.
Como un equívoco:
eso que es la verdad puede difuminarse
pero no hacerlo desaparecer
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