“Hans no se movió. Estaba sentado derecho en su pupitre, con la cabeza un poco inclinada y los ojos medio cerrados. La llamada le había semidespertado de una ensoñación, pero la voz del profesor le llegaba como a través de una gran distancia. También se daba cuenta de que su compañero le daba codazos violentos. No le importaba nada. Estaba rodeado de otros seres; le tocaban otras manos y le hablaban otras voces, sin pronunciar palabras, sino susurrando profunda y dulcemente como melodías de un manantial. Le contemplaban muchos ojos, extraños, grandes, brillantes, llenos de presagios. Quizá los ojos de la multitud romana, sobre la que acababa de leer algo en Livio, o los ojos de seres desconocidos con los que había soñado o a los que había visto alguna vez en un cuadro.”
Bajo las ruedas, Hermann Hesse

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U B Í C U O

“Transformo para mí la frase imbécil y criminal del profeta de ustedes, ese 'pienso, luego existo' que tanto me hizo sufrir, pues 'mientras más pensaba menos me parecía ser', y digo: 'me ven, luego soy '. Ya no tengo que soportar la responsabilidad de mi transcurrir pastoso: 'el que me ve me hace ser, soy como él me ve' ".
(“Los caminos de la libertad”, II) Jean Paul Sartre

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Se percibe con fuerza evidente, un evitamiento implícitamente buscado, de los usos del cuerpo. Cuerpo pasivo.
¿Qué huele un cuerpo, qué toca?
-'Ve' otro cuerpo - como necesaria experiencia que de forma cada vez más clara y evidente, funda la existencia de cada ser en un espacio que conoce tras su imagen.

Es el frente de una realidad que se imprime con peso propio, extendiendo el eco de su efecto sobre el inconsciente del grupo, la subjetividad individual y por su naturaleza, sobre el cuerpo de cada sujeto "espejo visible de otro semejante". El reconocimiento de 'otro' se gesta en la posible omisión del contacto, tras un borramiento del cuerpo camuflado en su cotidianeidad. Su presentación, se resume hacia una posible transmutación de la c o n c i e n c i a de ver y sabernos vistos hacia la n e c e s i d a d de resumir a los cuerpos en imágenes, un cuerpo-imagen que se desliga de su eventual aspecto fisiológico-ontológico, para entenderse como 'cosa', propiedad de quien lo porta, dentro un campo referente, simbólico.

Sería ésta la representación de un cuerpo mutante, proteico, capaz de transformar la morfología con la que se presenta, atento a sus pulsiones de deseo; un cuerpo información que como tal, adopta sentido de procedencia, vigencia, importancia, actualidad, velocidad.
Cuerpo entonces, en busca de una pretenciosa transformación sin movimiento que, por su naturaleza matérica, acciona l e n t o, tor pe como si sus dimensiones resultaran incompatibles con las pretenciosas cualidades de un tiempo y un espacio que redefine, para responder con practicidad a su respectiva aceleración, según lo enuncia Paul Virilio en 'El Arte del motor- aceleración y realidad virtual' :"a partir de ello podría hablarse de la aceleración como una tentación del ser pesado, con el hundimiento abismal del universo percibido".















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La visibilidad, la imagen que construye cada cuerpo, conforma un colectivo de representaciones que pretenden ser abarcadas, conocidas por cada sujeto; como una búsqueda curiosa, de espionaje que propicia alimentar su propia subjetividad, un aspecto por la cual, según la filosofía de Sartre, será consiente de sí mismo.
La necesidad del "registro" visual se extiende, entonces hacia una teoría de superación; deseo de abarcación... cómo el ojo llega a ver desde la ausencia, lo que no está en su presencia?; ¿hacia dónde se expande el espacio 'oculto', inasequible ?; ¿en qué tiempos el cuerpo ajeno se sitúa en terrenos paralelos igualmente 'invisibles'?; ¿qué determina la heterogeneidad del resto de las relaciones sujeto-objeto?
Se manifiesta inevitable el fenómeno de la HIPERVISIBILIDAD. Aparece un cuerpo consciente que procura la visión total exprimiendo el potencial panóptico que le confiere el conjunto de sus saberes técnico científicos, la herramienta tecnológica.
Se acaba la mortalidad de la visión dentro de un ojo artificial inmune. Nace una mirada ilusoria, un cuerpo cámara capaz de registrar y producir lo que José Luis Brea llama 'imagen electrónica': " la imagen electrónica -dice- no es el yo, ni la identidad, sino un sujeto-individuo, incompleto, con necesidad de reconocer al otro, que reconoce su fragmentación. Es un territorio a construir, como resultado de las prácticas".
















La imagen electrónica se torna como perfecta mediática de la realidad, como ilusión concreta, autónoma, capaz de sustituir sin desventajas cualitativas, aquello que representa. Los sujetos, los cuerpos, ya no necesitan presencia; se abandona el mundo material pero se carga de una potencia mental que interviene las relaciones con el mundo en las economías del deseo.
El ser-en-sí, para-sí del hombre logra, con la observancia exacerbada de la imagen del cuerpo ajeno e incluso del cuerpo propio, potencializar paradójicamente, su ideal como sujeto existencial.


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Con el advenimiento de la imagen electrónica, la realidad, adquiere un carácter fantasmagórico, su valor de verdad posee un símil con su inmaterialidad, es volátil, elástica, sin lugar; la imagen se desincrusta.
Los sujetos, pues, se someten a una ilusión visual donde se extingue la experiencia audible y el sentido táctil del espacio donde se conjugan, en un tiempo no numérico; se libran de su pesadez.
En sentido paralelo, el arte actual ejemplifica la situación con el carácter exhibicionista que adopta, en respuesta de su potencial reproductibilidad.

Una producción innumerable de imágenes efímeras que han sido y son proyectadas en la fotografía, el cine, el video e incluso el propio cuerpo parecen extinguir el sentido áurico tradicional de tal práctica. El arte devenga para sí un desplazamiento cualitativo que afecta incluso su propia naturaleza. Surge la necesidad de preguntar entonces: cuál es, si existe, el “peso” del arte en el sentido visual estético que resguarda? de qué se aligera cuando se inmaterializa? en dónde remite su presencia; o bien, dónde despliega su ausencia? Y encuentro una eventual respuesta en las siguientes palabras de P. Virilio "La presencia del arte, y por lo tanto su localización, está amenazada. Y es exactamente ahí donde reside la solución a la amenaza: en la cuestión de la temporalidad del arte de hoy. Hemos alcanzado el límite de velocidad, la capacidad de ubicuidad, de instantaneidad e inmediación" (...) "Ese es el ejemplo de la deslocalización definitiva, el encuentro entre espectros, entre ángeles, la dislocación del encuentro real con el otro. El arte participa en esta situación. Su aquí y ahora está también puesto en cuestión".











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